lunes, 14 de noviembre de 2016

OTOÑADA

Ha llegado el tiempo de los robles, de perder el verdor consumido en amarillos y pardos y retorcer las hojas bajo las yemas del próximo año.
Que los robles se despidan significa que el otoño está más que mediado y que el sueño de los árboles extiende su manta.


El otoño comienza dando fruto en tiempo de manzanas, canfresos y escaramujos. Después breves setas y quitameriendas se levantan esperando los oricios. La comida abunda y la glotonería sube la grasa que ha de permitir el viaje del invierno.

 

 
 
 

 

 

Los paisanos tienen prisa por arrear el ganado y bajarlo al valle. Las vacas rompen el aire llamando a los jatos, como quien llama a los niños para que recen sus oraciones antes del sueño .


El calor de otoño es tibio, acobardado por las noches que crecen, pero parece suficiente para dorar y enrojecer los temblones, esos chopos facilones para la brisa.




El caudal hace meses que no cambia, los ríos bajan cansados y los peces nadan aburridos.
Pero los lucios se mueven y comienzan a colocarse sobre posturas nuevas en orillas poco profundas.
Lanzamos sobre las solapas y salen del burladero persiguiendo el señuelo. Un tac seco y el giro de cabeza clava el engaño. Tras el posado de rigor todos volvemos a casa.