domingo, 24 de noviembre de 2013

ENTRE COPAS

Con poca agua y cubierto de hojas, el río parece una alfombra deshilachada que se abandona.
La escapada ha sido corta y este sol de membrillo me invitaba a pasear de día por el garito de las noches de copas. Recuerdo bien la fiesta, las revueltas del agua y las posturas, pero el río tiene la trapa bajada y no queda nadie, sólo la  barra vacía y un intenso olor a frío. El río de primavera se ha dormido y deja un local abandonado.



Quedan pocas hojas en pié y los últimos hongos terminarán aquí su camino. Apenas un par de corzos y un bando de páridos recorren el barrio.

El hechizo del agua me atrae hacia la orilla y me dejo caer de costado sobre los alisos. Cuento las hojas que pasan, las ramas que tira el viento, aquí no queda nadie.



Al parar el aire los tricópteros pilotan cerca del agua. La sombra de las hojas se levanta del fondo y al llegar a la superficie abre los ojos. Es ella, la chica de la última noche, aquella que me sonreía en la barra pero no quiso tomarse una copa conmigo. Ahora que no la invito, bebe sola y muerde el tricóptero como la aceituna de un Martini.





No he dejado de pensar en ella. En cuál sería su combinado favorito, o si mi tono fue adecuado al invitarla. No me lo quiso decir. La miro ahora desarmado y ella no aparta la vista, es la reina del pozo y yo un voyeur inofensivo.
Preparo mi traje de fiesta y mis brillantes adornos esperando el inicio de la  música. Sólo quedan cinco meses, pero seguro que volveremos a encontrarnos.
Cuando la invite de nuevo, tal vez acepte, o tal vez no, pero estoy seguro que seguiremos mirándonos entre copas.