jueves, 23 de febrero de 2012

MOSCA PITILLO

La mosca pitillo es un clásico. Pretende imitar un insecto del género Leuctra spp. (Fam. Leuctridae) que en realidad no es un tricóptero, sino un pequeño plecóptero de cuerpo oscuro y andares nerviosos.
Abunda en los principios de marzo y abril y sigue presente toda la temporada aunque reaparece con fuerza con el inicio del otoño. Los hemos visto mil veces aunque pocas hemos reparado en ellos. Únicamente cuando corretean por nuestra camisa o se nos suben al portacarretes con desparpajo.



Es frecuente en muchos ríos y sus eclosiones son poco predecibles, con ejemplares aislados a lo largo del día. Sus imitaciones son excelentes para pescar al agua o en los tiempos "muertos" entre eclosiones, por lo que no debe faltar en la caja toda la temporada.
Con el insecto en mano lo que más llama la atención son sus alas apretadas, enrolladas casi como un pitillo y luciendo un brillo plateado. Y es en el brillo donde volvemos a la pluma de León. El indio acerado y el indio plateado es la gama en la que escoger el tono. Personalmente me gusta un tono acerado oscuro para el tejadillo porque da un brillo metálico casi idéntico al natural del insecto.


Con el material dispuesto comenzamos el montaje, que cada maestrillo llevará por su propio camino. En mi caso doy prioridad a la sencillez y la seguridad en el atado, con un nudo de seguridad al final de cada paso, repitiendo el mismo patrón de montaje para todos los modelos de tricóptero de riñonada.



Vamos a utilizar los elementos del modelo "original" sobre el que se pueden hacer algunas variantes interesantes.
Con el anzuelo sobre el torno comenzamos por la parte final, lo que popularmente conocemos como la "hueva". Se monta buscando imitar los huevos que la hembra intenta poner sobre el agua momentos antes de que nuestra trucha se la coma. Supongo que es una buena excusa para añadir un punto de color amarillo (o verde en otros tricópteros) que haga más visible la mosca para el pez.
Avestruz amarillo servirá. Previamente montaremos una fina "cama" de hilo de montaje para evitar resbalones de los elementos posteriores.


Recortamos la parte superior de las fibras amarillas para que no estorbe al tejadillo y montamos el cuerpo. El desbarbado del quill de pavo real puede ser completo o no. El montaje original lo usa limpio y asi lo montamos en esta ocasión.
Con el cuerpo terminado, pasamos al paso clave: hacer y montar el tejadillo. El tejadillo se fabrica acopiando fibras de riñonada, pero han de ponerse las fibras justas, tomando como referencia el insecto real, que tiene alas estrechas y apretadas. Un exceso de fibras dará aspecto de "polilla" que no procede y un defecto comprometerá su flotabilidad. Si el mazo es bueno (plumas bien pobladas de fibras largas y rectas) con una única pluma será suficiente.




Alinear el tejadillo tiene tantos trucos como montadores. Volviendo a la sencillez, abandoné hace mucho la cuchilla y las fibras ensalivadas sobre loza blanca por un igualador de pluma. Corto las fibras con tijera con la precaución de no dejar demasiadas "barbas" de la parte cercana al raquis que enreden las fibras dentro del igualador.




Por último ataremos las fibras al anzuelo. El resultado final del tejadillo (y por ello de la mosca entera) depende del lugar donde lo asentemos. Si el cuerpo no es recto y regular, el tejadillo no quedará horizontal, levantándose al atarlo o abriéndose en abanico, con lo que nuestra mosca ya no será "pitillo".




Con el tejadillo atado prepararemos la cama  para el cuello. De nuevo la norma es crear una cama regular, para que el cuello quede bien distribuido.


El nudo final me gusta engrosarlo para darle ese aspecto "cabezón" que tienen los plecópteros.
Chafamos la muerte del anzuelo y ya está la mosca lista para volar sobre el agua.


A partir de este montaje clásico han surgido muchas versiones. De entre todas ellas me gustan las que montan los cuerpos con pavo real sin desbarbar. El brillo tornasolado del pavo real amplía la variedad de insectos a imitar y en aguas rápidas parece que despierta mejor el interés de los peces.



Precisamente en aguas rápidas podemos sacarle un pero a la mosca pitillo, su dificultad para verla sobre el agua en las corrientes más rápidas. La respuesta para modelos poco visibles es sencilla: parachute.
Un poste generoso en colores vivos nos ayudará a no perderla de vista, evitando los postes de color blanco que suelen camuflarse con las espumas.




miércoles, 22 de febrero de 2012

GALLOS DE PLUMA

Merece la pena darse una vuelta por el valle del Curueño y respirar ese aire misterioso de los pueblos que poseen tesoros ocultos. Los gallos se oyen por todas partes, pero son difíciles de ver, sus dueños los esconden de las miradas curiosas de los forasteros y de la pelusilla de los vecinos.


Tanto se ha escrito sobre los gallos de pluma leoneses y desde tan antiguo, que no me atrevo a añadir nada más. Hay mucho de verdad y algo de leyenda, buena prueba de la mucha Historia y las muchas historias acumuladas en estas plumas.
Indios y Pardos son palabras viejas que siguen vigentes como seña de identidad. Sumados a ellas, apellidos tomados de lo que antiguamente era cotidiano: flor de escoba, corzuno, acerado, tostado, rubión...



Los tradicionales mazos juntan las plumas por docenas que se exportan a medio mundo. Es curioso leer palabras como pardo corzuno o indio negrisco en catálogos  extranjeros y ver como se pagan precios desorbitados por unas plumas que usan únicamente para hacer colas de efémeras.




Últimamente la feria anual de Paris recibe algunos distribuidores españoles que insisten en mostrar nuestros montajes clásicos: los tricópteros de riñonada leonesa.
Algunos diseños antiguos no han cambiado casi nada a pesar de los años. Quizá porque su diseño ha funcionado en todas las épocas y todas las situaciones y sigue haciéndolo en los ríos de hoy. Los tricópteros de riñonada leonesa tienen un diseño primitivo: cuerpo, tejadillo de riñonada y cuello. Tres piezas sencillas que forman un diseño perfecto y muy versátil. Cada una de las piezas admite todas las combinaciones de color que imaginemos con un muestrario amplio que imita un gran número de especies.



Son moscas a incluir en la maleta de cualquier viajero porque demuestran su eficacia en cualquier río del mundo. Más de un amigo al contar su exótico viaje de pesca ha terminado con la anécdota de "... y entonces puse ese trico de riñonada que me gusta y empezó el festival".

Recuerdo un montañero francés de ruta por Pirineos que se acercó corriendo al verme con la caña cerca de una cumbre. Casi sin resuello enlazó dos preguntas, la primera "¿español?" y la segunda "¿moscas de León?" señalando mi caja.
Al decirle que si a ambas preguntas, gesticuló en francés y sólo entendí algo como "Obigó, Obigó muy bueno". Abrí la caja y señalando mis moscas en cdc yo insistía con las únicas palabras que sé en francés: "Cul de Canard". Pero el negaba con la cabeza "No, no, Cull no" y señalando mis tricos repetía "Coq, coq de León si bueno".

En los últimos años los vaivenes de la moda han arrinconado un poco estos montajes, perdiendo terreno frente a otros materiales más nuevos y con mejor difusión publicitaria. Pero las modas les sientan bien a los ríos. Unos años sin ver tricos de riñonada por el agua y las truchas olvidan el engaño, pudiendo pescar de nuevo con ellos como si fuera la primera vez.



De entre todo el catálogo, me quedo con tres modelos que a pesar de sus años aun son talismán en muchas jornadas trucheras: mosca pitillo, patosa y saltona paja. A ellos voy a dedicar las próximas entradas.


domingo, 19 de febrero de 2012

TARDE DE BAUTIZO

Me ha costado casi un mes encontrar el momento para repetir la escapada luciera de enero.
En mi mente seguía el objetivo de regresar, pero los hielos y el trabajo me han retenido en casa. Esperando tras el torno he preparado el maridaje prometido: pelo de zorro ártico y peluca de Nochevieja.




El resultado ha sido un brillante arcoiris con moscas del dorado al azul, que en este sábado previo a la cuaresma hemos bautizado como "Carnival Fly".


Se trataba de un bautizo de postín por lo que acudieron Carlos y Jose como distinguidos padrinos. Carlos de azul, Jose de verde y yo de dorado, hemos montado nuestras líneas y tras un breve responso iniciamos el rito del bautismo por inmersión.



Los días han crecido en estas cuatro semanas y el sol templaba la tarde por primera vez este año. Ya en el agua, la presencia de dos paisanas sobre el camino desataban las bromas de los padrinos. Estuvimos tentados de soltar algún juramento para invocar a los lucios, pero la solemnidad del bautizo nos hizo reir bajito, como en los bancos de misa.
Se repetía escenario y repitieron los actores. El primer lucio fue de nuevo el pequeño y de nuevo el que más juego dió. Escogió el verde y le tocó a Jose pelearse con él para acercarlo a la cámara. Unas fotos para el álbum del bautizo y de nuevo al agua.





Colocados en batería, lanzamos nuestras moscas contra la orilla contraria en un compás de tres por tres. Grabo el lance bajo el agua y mirando el video, la mosca parece imposible de atrapar, su destello pasa veloz apenas un instante.
Pero los lucios no pierden detalle y durante una fracción de segundo aparece una cabeza tras mi mosca dorada. Bocado y cabeceo violento, hay que quebrar la columna vertebral de la presa antes de engullirla.
Cuando adivina el engaño se arranca de nuevo hacia la oscuridad. El freno del carrete le hace girar y el agua estalla. No se va a rendir pronto. Como en la jornada anterior, este pez es grande y tampoco quiere fotos. Tengo que acostarlo sobre la orilla para que pose ante la cámara.



La luz se va y el álbum del bautizo está casi terminado. Miro aguas arriba y veo los padrinos apurando los  últimos lances en el atardecer. Es cierto que pescar con amigos es pescar dos veces, porque cuando Jose suelta un quejido de pérdida por un lucio, el pez se nos escapa a los tres.





Se acaba la tarde y salimos del agua. Guardamos las moscas sacramentadas y  buscamos lo que más se disfruta en estos eventos, una cerveza fría acompañando la cena.
Con matraca futbolera de fondo, Jose muestra sus últimas creaciones para el inicio de temporada. Son fantásticas, así que organizamos nuestro calendario buscando fecha para el próximo bautizo.


Hoy hemos sido bendecidos por las aguas, pero los caminos de la pesca son insondables, así que mantendremos las moscas a punto y dispuesta la fe.



martes, 14 de febrero de 2012

HIELO

Se ha hecho desear, pero el frio blanco purificador ya está aquí.
Su hielo llegado del norte detiene todo lo que toca, atrapando en roca el brillo del agua.
Los ríos duermen.
Quien se aventure más allá de su escondite pagará el precio más alto.











sábado, 11 de febrero de 2012

NENÚFARES y TRUCHAS

La primera vez que estuve fue hace dos años y cuando llegué pensé que me había equivocado. Tantas vueltas por aquellas carreteras perdidas me habían despistado, porque aquel río no podía ser el que yo buscaba.
Un rio lento, con agua gris y silenciosa, cubierto de praderas de nenúfares. El fondo ni se intuía y las orillas se alzaban como rascacielos de juncos curvados sobre el cauce. Mi ojos de pescador de truchas no encajaban aquel escenario.


El nenúfar amarillo es delicado y exige lagunas y rios poco alterados, tanto que se encuentra en regresión y ha desaparecido ya de muchos cauces donde antes era habitual. De hecho, hacía años que no los veía. Haciendo memoria sólo recordaba nenúfares creciendo en el brazo muerto de un rio luciero zamorano a muchos kilómetros de las truchas más cercanas.


Subí al coche y conduje despacio hasta el siguiente apartadero. Sorteé la espesa sebe de juncos y me acerqué de nuevo al agua. Agua lenta y más nenúfares. De nuevo al volante, pensativo, buscando el río y la siguiente entrada. En algún sitio han de estar los rápidos y las corrientes y bajo ellas las truchas que busco.
¿Tal vez bajo ese puente? Tampoco, los pilares se asientan en el mismo cieno gris y dejan pasar el mismo agua lenta. Otra vez los nenúfares.

El nenúfar amarillo (Nuphar luteum) parece un capricho exótico pero es una planta autóctona. Su grueso rizoma horizontal repta por el fondo anclando raices al lecho. Sus hojas flotantes llegan a los cincuenta centímetros alicatando de verde la superficie con formas ovales y acorazonadas. De cuando en cuando, emergen grandes flores amarillas, vistosas y solitarias como recién llegadas de un paraíso tropical.




La normativa anual calificaba este tramo como truchero y las tablillas no dejaban duda alguna, era el rio, pero no era posible. Este tramo ranero tenía más aspecto de recibir tanza y moruca para sacar tencas a fondo que truchas. Y sin embargo los nenúfares indican tramos bien conservados, por lo que estas aguas lentas y cenicientas debían estar bien conservadas. Mi cabeza resoplaba intentando cuadrar las piezas.
¿Nenúfares y truchas? No conocía nada parecido.

Me planteaba abandonar y hacer cincuenta kilómetros más para  pescar uno de esos sin muerte míticos, pero levanté la vista y apareció una nueva pieza del rompecabezas. Amarilla y delicada, como nacida de una flor de nenúfar, volaba una dánica. El icono de todos los catálogos de moscas, una auténtica Ephemera danica tan bella como la imaginaba. Pronto aparecieron más y mirando de cerca las telarañas, docenas de ellas habían estado eclosionando en las semanas anteriores. Junio terminaba y el maná amarillo se iba con él.



Con las cejas arqueadas balanceaba la cabeza mirando el agua. Tras unos segundos ausente, un gran anillo sobre el cauce me bajó a la realidad: una cebada,.. y otra más.
Las truchas no se veían pero habían llegado puntuales a la cita. Era la hora del aperitivo y tapeaban unos pinchitos daniqueros aquí y allá.
Ahora si que me quedo.

Más rápido de Clark Kent cambié los vaqueros por el vadeador y entré en el agua pleno de fe.
El chivatazo que me habían dado era cierto, este río es daniquero, pero yo esperaba el precioso río Avon de Oliver Edwards, con orillas rodeadas de plácidos pastos sobre aguas rápidas y cristalinas. Este río se escapaba a la lógica aunque, bien pensado, un leonés que en pleno junio viaja a Castilla para pescar truchas escapaba aún más a la lógica.


Una versión personal de las mohican mayfly de Sir Edwards atada sobre un terminal nuevo y a probar suerte. Mi cabeza sentencia que es imposible que vean la mosca en este agua enlolada. La primera trucha no opina lo mismo. Pequeña pero explosiva, como si quisiera comerse un surfista... que bocado!
Las siguientes surgen en sitios anodinos y tengo que buscarlas sobre cebada caminando tan lento como un perezoso cabeza abajo. Cualquier espacio podía ser una postura entre tanta agua estancada.


Llega el final del día y los guardas al fin me encuentran. Su gesto atónito corroboraba que habían pedido la licencia a un extraterrestre.

"¿Que usted pesca con qué? Pero hombre, si aqui lo que funciona es la cucharilla plateada de toda la vida, además hoy con la tormenta no se pesca naa"

Empapado y sonriente me arrepentí de haberles dicho la verdad sobre cuantas truchas había clavado. Mirándome por encima de las gafas, faltó poco para que me multaran por fariseo con agravante de forastero.

Con la promesa de volver, ese invierno enfermé de fiebre amarilla. Busqué  materiales, teñí cuellos y preparé una batería de munición amarilla en seda, antrón, foam, cdc, pecho de pato, gallo flor de escoba... y cualquier retal amarillo a mi alcance. Nunca imaginé que existieran tantos tonos amarillos diferentes.


Este año he vuelto. Los nenúfares seguían en flor pero las dánicas han sido irregulares en las eclosiones con esta primavera tan atípica. La segunda mañana fue trabajosa y costó sudor pescar unas pocas.
Sentado sobre el muro del puente repasaba el día mientras apuraba el chorizo de la tierrina. Bajo el puente un corro de truchas besa el agua y dejo el almuerzo. No se ven dánicas y repaso la caja, ¿emergentes? ¿dipterillos diminutos? ¿quironómidos....ignitas? Probemos.

Media hora de julepe me devuelven la humildad. Nada funciona, pero siguen comiendo. Tal vez ellas no vean mis moscas,  pero yo tampoco veo lo que comen ellas en esta sopa gris.
Cambio de mosca. El escenario es digno del mejor lodge patagónico, aguas paradas, frondosas orillas, calor... y recordé la máxima del viejo pescador: "cuando no quieren bocaditos...chuletón!"
Sin pensarlo ato una chernobil. ¿Por qué no?

Primer lance y primera subida. Es una trucha pequeña pero no ha dudado, la clavada es limpia. No ha sido casualidad, varias repiten.  Parece que  los buenos bocados funcionan en este río y sobretodo parece que quitar barreras mentales de la caja de moscas funciona aún mejor.



Las jornadas siguientes abandono León de puntillas. Mientras mis paisanos mosqueros siguen discutiendo sobre el enésimo tono de la carne y la carnina, yo sólo pienso en nuevos lances con las moscas que he preparado para hoy.
Pruebo escarabajos, saltamontes y pajarotos sin parar de hacerme preguntas. Acabo junio lejos de casa y con la mente vacía de todo lo convencional. Pero ahora sé que es cierto, salir de los límites de los conocido a veces depara sorpresas y casi siempre es una excelente higiene mental.
¿Que sorpresas traerá el 2012?

lunes, 6 de febrero de 2012

DE CAZA


Avanzar despacio entre la vegetación, asomar la nariz en la orilla y descubrir una trucha comiendo. Esconderse, preparar el señuelo y calcular la mejor estrategia para la emboscada.

Es la pesca que más me gusta y la que más echo de menos  durante el invierno. Con videos como este se dispara la imaginación... ya queda menos!






sábado, 4 de febrero de 2012

DUERMEVELA




"Cuando me desperté, todavía no había amanecido. La habitación estaba completamente a oscuras, pero una luz helada estallaba en los cristales enmarcando con timidez extraña el pequeño rectángulo de la ventana. Era la nieve, que caía ya como una maldición antigua y blanca y que empezaba a sepultar una vez más los tejados y las calles. La ventisca había amainado y una calma profunda se extendía ahora por el pueblo llenándolo de desamparo y de silencio. Durante algunos instantes, mientras el sueño volvía a apoderarse nuevamente de mis ojos, la nieve de mi infancia comenzó a fundirse en ellos -como si la visión de la ventana y la nieve que caía sobre el pueblo formaran también parte del recuerdo-, añadiendo a la noche la estela de otras noches, arrancando al olvido la soledad primera, transformando en memoria la mirada y el sueño. Hundido en esa niebla, me di la vuelta para seguir durmiendo."

Julio Llamazares
"La lluvia amarilla"